Aceitunas en salmuera: aprendizaje y claroscuros

Llevo unas semanas sembrando el hábito de compartir el recuerdo de historias acumuladas con los años. Una despensa variada de perlas, risas y fracasos.

Hubo un tiempo en el que mi motivación en clave emocional fue el odio. No se asusten. Cuanto más amas algo más odias su opuesto y viceversa. Hoy me toca hablar de eso que muchas veces percibimos como “malo” o “negativo”. Odio, frustración, sufrimiento… cómo he ido lidiando con ellos para superar obstáculos. Prepárense un cafelito que el texto de hoy se me ha ido un poco largo.

En un contexto que percibía como hostil mi reacción fue rebelarme, y aunque formación y testimonios en no violencia no me faltaron desde niño, carecía de la madurez para poder responder de esa manera.

Era un extraño en una ciudad de algo más de 8 millones de personas.

No hablaba el idioma, no tenía amigos, los primeros contactos que tuve me estafaron, en unas semanas casi había perdido los ahorros de 6 meses, incorporé 2 lesiones a mi historial que ya contaba con algunas lesiones crónicas, estuve postrado en la cama, un recorrido de 10 minutos lo hacía en media hora, como veía que me quedaba sin pasta comía una una vez al día para estirar el presupuesto… etc., etc., etc.

AVISO: Nada excepcional, batallitas de estas hay muchas más y lamentablemente mucho más jodidas.

A cada coma de las de arriba les saco un par de historias y risas buenas HOY. Las comparto para situar y entender que, en ese momento, con esas circunstancias, rabia y odio eran una bonita trenza en mi pecho.

Esto es como las aceitunas en salmuera.

¿Tú sabías que para comerte esas aceitunas que están riquísimas hay que meterlas un tiempo en agua con sal?

Cuenta la leyenda que aún hay lugares en los que, después de haber pedido una caña, le puedes decir al camarero “dale una pataíta al olivo” a modo de recordatorio y llegan a la mesa.

Pues la parrafada de hoy va justamente de eso.

Tú te levantas temprano a recoger aceitunas que luego el sol aprieta.

Las lavas, las separas, pillas sal, agua, ingredientes secretos (alguno te contaré más adelante) lo cierras bien y lo dejas ahí un tiempo.

Cuando ha pasado el tiempo correspondiente es cuando se han transformado perdiendo su amargor y están listas para servir.

Y luego te las comes. Y están cojonudas. Te alimentan. Y dibujan una sonrisa en tu cara. Y mucho más cuando las compartes con buena gente… unas cañitas…

Es común en el proceso de conocimiento y aprendizaje, macerar lo que vivimos, hacer el ejercicio de llevar lo abstracto vía simplificación a lo concreto y luego proyectarlo y falsarlo con la realidad que nos rodea.

“Mira tú lo que le ha pasado a Jaimito, si es que hay que ver esta juventud”.

“¿Qué es eso? ¿Caracoles? ¡Cómo puedes comer eso! ¡Debería estar prohibido!”.

“Resulta que Fulanito había dejado de venir a las pachangas con nosotros porque estaba jodido. A ver si la próxima vez que veamos que alguno de nosotros está un poco más raro de lo que ya somos… somos capaces, al menos, de comprobar si está bien”.

Reflexionar lo que somos, lo que nos hace bien y cómo estamos nosotros y aquellos que nos rodean ha de ser una constante. Y con esto, con mentalidad crítica, es más que normal y SANO que en un momento de tu vida pienses y respondas de una forma, y después de según qué hechos, según qué experiencias, pues lo entiendas y lo vivas de otra forma.

De mis devenires, viajes, idas y vueltas… a poco que rascas o conoces a alguien todos habían sufrido por algo. Sufrir raro es la persona que no ha sufrido. He llegado a aceptarlo como parte de la esencia misma del infinito listado de dicotomías con las que lidiamos: orden y caos, racional y emocional, yin y yang, acción y contemplación, Villarriba y Villabajo… y el sufrimiento hay veces que es Villabajo sótano, planta -1.

Hay infinidad de ramificaciones con esto de sufrir, pero en situaciones como en las que me llegué a ver, y siendo la felicidad no una opción a mi alcance opté por establecer objetivos. De hecho, para cuando llegué a Londres iba ya con algo de rodaje. No sabía qué me iba a encontrar pero sabía que las cosas se podían poner divertidas. Y a lo que hoy llamo divertidas en aquel entonces era pasarlo mal.

  • Estoy jodido y quiero dejar de estarlo.
  • Estoy bien.
  • Quiero estar mejor.
  • Quiero seguir mejorando.

El sufrimiento con sentido es sacrificio. Es esfuerzo. Y no son lo mismo, pero hay veces que las pasas putas para llegar a donde crees que te hace bien. Y no es en esencia algo malo sino natural y madurativo. Tomas decisiones, hay veces que las cosas van rodadas y hay otras en las que te pegas una hostia que ni siquiera olías. Y duele. Y yo pues… ha habido veces en las que respondes con poca broma. Simple. Difícil.

Me tocó volver a casa de mis viejos apenas a las 4 semanas de haber empezado a hacer vida un plan precario. Había quemado casi todo mi dinero. Fracasé estrepitosamente en aguantar más de 3 días en el primer trabajo que me dieron. Y casi me parto el tobillo al tercer día de haber encontrado un trabajo que mi cuerpo era capaz de soportar.

Compartía piso con otras 16 o 17 personas, una de ellas un buen samaritano de Huelva que se ofreció a ir conmigo y cargar con la maleta hasta el aeropuerto de Luton y meterse 2 horas de ida y otras 2 de vuelta (escribo esto y todavía sonrío de agradecimiento). La escena no carecía de cierto amargor quijotesco, yo volvía queriendo quedarme y él, habiendo tomado la decisión de volver, aún tenía unos días para saborear la cara menos amarga de su intento fallido.

Estuve 2 o 3 semanas con el pie en alto. En cuanto pude aguantar de pie, otra vez, billete sólo de ida y a la carga. Dolor. Tan sólo tenía otro dolor que controlar. Porque el dolor, como los miedos, se pueden conocer y tratar. Algunos vienen, otros van, otros se quedan. Y bueno… de aquel entonces… en la escala entre sufrimiento vs felicidad… felicidad la justa. Aprietas los dientes… y tiras.

Y vuelves. Y aguantas. Y a los 6 meses ya estás en un trabajo mejor y todavía te late el tobillo. Y unos cuantos capítulos más adelante estás mejor.

El sufrimiento es parte del viaje, no el objetivo. Si el sufrimiento fuera el objetivo o la única verdad acabaríamos reduciéndolo todo al absurdo. No soy yo de sufrir por sufrir o por darme palmaditas en el pecho y muchísimo menos por dármelas de héroe (ya les he dicho que no soy nada particular en lo que cuento). Pero puede que si te encuentras en Villabajo, no pasándolo bien del todo, puedas ver en estas líneas que hay opciones, que esto va de caerse y volverse a levantar. Unas veces solo y otras (ojalá) acompañado.

En la dicotomía sufrimiento vs alegría yo creo que la verdadera superación es entender cómo se retroalimentan y aspirar a la tranquilidad, a estar en paz contigo mismo. Estar tranquilo. Si toca currar, curras. Si estás enfermo pues… reposar y ahí lo llevas. Y siempre, siempre, siempre, que tengas oportunidad… unas buenas risas con Amigos.

Mi nirvana de bolsillo es llegar a ese punto en el que estás tranquilo y seguir navegando independientemente de cómo vaya el tiempo. ¿No hay viento?, bañito. ¿Hay viento?, windsurf.

Las aceitunas recién recogidas son amargas.

Las aceitunas son la vida y el amargor lo que no mola, el sufrimiento.

Y las aceitunas tienen infinidad de propiedades buenas, pero es que sin macerar pues como que no hay forma de comerlas.

Y luego tienes la sal, que es hacer, equivocarte, acertar, que es reflexionar, aprender… son la buena gente que te ayuda, que te hace bien y te hace mejor… y con las que, después de algún tiempo pues… te las comes, y te echas unas risas.

¿Los ingredientes secretos? Tu historia.

Yo aceitunas de las de verdad he cogido una vez: dos espuertas. De las otras alguna perola que otra tengo.

Referencias y demás:

Aquí el diccionario de palabros: “Los viejos”. Los viejos son mis padres. En donde me crié los viejos no son unos trastos obsoletos de los que hay que deshacerse. Es una forma cariñosa de referirse a quienes te dieron la bienvenida y lucharon para que aprendieras a echarte unas risas.

De bonus tracks les dejo un par de ejemplos musicalizados.

El primero en clave de humor con Aarón Gómez y Kike Pérez.

El segundo es más melancólico, profundo, bonito, de Piero.


Espuertas es como llaman a las perolas en el pueblo de mis suegros, El Cuervo de Sevilla. Supongo que será también común a otros lugares, pero me ciño a donde lo escuché por primera vez. Y perolas el nombre con el que conocí de niño las espuertas. Las perolas  son cubos de goma multiusos que se usan en la construcción… agricultura. “Se le fue la perola” también se suele usar como “se le ha ido la olla” o “ha perdido el sentido común”. Curioso. Pero eso es otra historia.