Comida basura: más lento que un caracol con muletas.

Un valor que parece haberse implantado en nuestro día a día y con escasa o nula resistencia es “aprender rápido”. En esa hibridación también lo vemos referenciado como “quick learning” (aprender rápido) o quick learner (quien aprende rápido). Porque ya sabemos que todo suena mejor en inglés.

Por razones obvias hubo siempre algo de resistencia de quien escribe, a aceptarlo. Primero, tal vez, dado a que soy lo más parecido a un caracol con muletas.

Alguna referencia ya he comentado, en la que en repetidas ocasiones me he visto aprendiendo algo “que es fácil” invirtiendo unas tres veces más del tiempo establecido. Es decir, cuando la gente a mi alrededor era capaz de aprender algo en una hora, yo necesitaba tres o, a veces, un día. Y esa curva pues… lo que la media tardaba en preparase un mes a mí me llevaba tres… etc., etc., etc.

Y honestamente también he podido observar que, si bien tardaba más que el resto en aprender algo, una vez llegaba… era capaz de superar en tiempos de ejecución a aquellos que llevaban más tiempo que yo con la tarea, y ejecutar acorde con altos estándares de calidad y exigencia. Pero eso es otra historia.

Al proceso de ir pillando el tema o tarea solemos referirnos como “curva de aprendizaje”. Y siguiendo con analogías culinarias… no podía ver cómo hoy se alaba y se abraza como algo positivo el “aprender rápido” pero paradójicamente se desecha y se combate a la “comida rápida”. Y comida rápida y comida basura son lo mismo. Luego, ¿por qué la comida rápida es basura y el aprendizaje rápido es una obligación en nuestros días? ¿Dónde se cambiaron las tornas entre nuestro alimento y la energía que disponemos para crear?

Con balances de cuentas en la mano, sabemos que negocios o franquicias de “comida basura” son rentables y escalables. Y puede que, también, esa palabrota tergiversada de “quick learning” (aprendizaje rápido) pueda ser rentable, escalable, y que si se profundiza un poco pueda de la misma forma correlacionar con efectos nocivos.

En un mundo que parece evolucionar cada vez más rápido, con el pedal del acelerador a fondo, no debe sorprender que se exija a los trabajadores responder de la misma forma aprendiendo rápido. Aunque ahí hay un contrapunto que se omite en forma y fondo.

La forma es un envoltorio de olor a nuevo. Lo de ayer no vale porque mañana habrá caducado. El chute de endorfinas de romper el papel de regalo. El placer efímero que se escapa de entre los dedos en apenas unos segundos. El preciso instante en el que te apoderas de lo que había en el escaparate.

En cuanto al fondo, el valor de aprender rápido puede ser percibido como un “ponte las pilas que si no te vas a la calle”, “esto lo quiero para ayer y si no está hecho no vales”… Pero claro, eso ya no es tan común encontrarlo en contenido compartido en redes. Eso ya no mola tanto.

Y así nos va. En el sector en el que trabajo hoy día, todavía se sigue exigiendo un título universitario como filtro de entrada. Y su valía, por ahora, es la de aprender con tiempos establecidos y aprobar exámenes. La cantera, el talento joven, se planta apenas en la veintena habiendo interiorizado la conjugación de fechas de entrega y distintas asignaturas. Un bonito corsé de disciplina ejecutora. Otra palabrota que gusta de cierta reputación es “multitasking” (realizar varias tareas a la vez, estar en misa y repicando, malabares para entregar 2 trabajos en el tiempo de uno…) Todo suena mejor en inglés ¿eh? Ya hablaremos de la efectividad y la eficiencia en otro momento. Hoy le toca al Fast and Furious del conocimiento.

Cuando se abraza sin reflexionar, cuando la voz dominante exige el todo para ayer, se corre el peligro de quemar y malgastar recursos. Y hablo de recursos en cuanto a recursos humanos. Así se nos llamaba hasta hace dos telediarios a quienes trabajamos por cuenta ajena en una empresa. Hoy día parece que el papel de regalo envuelve a esos recursos humanos como a personas, para edulcorar y anular el juicio crítico del mensaje que se recibe. Y claro, un “departamento de personas” publica un anuncio en el que habla de “quick learning” y ea… «chop chop chop», vamos que nos vamos, ponte las pilas.

Y la calidad del servicio prestado pues… se corrompe. Empeora. Se siembra una semilla podrida en la que tarde o temprano la cadena de valor se va a la mierda. Y el efecto boomerang llega a las portadas de prensa económica pero nadie explica cómo. Y se es consciente cuando hablas de coeficientes de rotación en plantilla, retención de talento… ¿Les suena? Y resulta que al futuro presente, a ese presente que te pagará las pensiones y ha de liderarte el día de mañana, gracias a ese corsé, lo has convertido en perfiles ejecutores o escaladores de alto rendimiento. Y dura lo que dura una pompa de jabón. Y dura lo mismo que un burrito de un food truck.

Parte de esa perversión es también ignorar el impacto que tiene en la persona la fatiga mental. La naturaleza de lo que hacemos exige de forma antinatural máxima concentración durante periodos prolongados de tiempo. Y cuando ejecutas y aceptas ciertas premisas, tiendes a perder perspectiva de la importancia del descanso, alimentación, relaciones fuera del trabajo… Es lógica consecuencia ¿no? Si todo es importante, más importante o ultrarísimamente para ayer… pues… te dan las cinco de la tarde y no has desayunado, te vas a la cama a las 3 de la mañana y te despiertas a las 6 pensando que llegas tarde, te olvidas de tu cumpleaños… Y te vacías en ejecutar. Y después de la entrega de mañana estará la de pasado mañana. No recargas, no te cuidas… y llega un momento en el que el motor gripa. Caput. Y vuelven ciertos tabúes. Y vuelve el papel de regalo y el barniz a las manzanas del supermercado.

Y aquellos perfiles recién salidos del horno, que vienen con ganas de comerse el mundo, no sé si con más ansiedad que voluntad, se encuentran con la demanda de velocidad y los años pasan volando. Y como la velocidad es lo que prima te ves rodeado de personas incapaces de preguntarse cómo está un compañero, una compañera, porque renegaron a cuestionarse a sí mismos cómo estaban. A dónde iban.

Y, al igual que con la comida basura, el aprendizaje basura es rentable. Es decir, objetivamente se genera rentabilidad, se incrementan márgenes de beneficio y se construyen modelos globales y procesos acérrimos ineficientemente efectivos. Lo leí de joven, lo viví un poco más tarde. Pero también hay otra forma de hacer las cosas. Y como esta alternativa parece salirse de la norma y el aplauso que reciben según qué contenidos… pues, allá que van estas líneas.

Tu empresa o tu equipo pueden necesitar ayuda para entregar resultados.

Tienes a 4 trabajadores bien cualificados y a pleno rendimiento y necesitas a 8. La matemática simplona exige que contrates a 4 recursos a tiempo completo, pero tu presupuesto no te permite pagar al perfil formado sino al que viene con ganas de comerse el mundo. Ahora la clave es cómo te planteas, qué parte objetivable de tu capacidad y capital humano vas a invertir para que el grupo de 4 perfiles formados sean capaces de compartir lo que saben y conectar con quienes vienen y se suben al tren en marcha. Fórmulas hay unas cuantas. Pero hoy les comparto preguntas más que soluciones:

¿Qué parte de tu capacidad (talento, horas de trabajo, procesos, presupuesto…) inviertes en que aquellos que se incorporan al equipo aprendan de forma sana… o si lo prefieres “sostenible”?

Y sí, a corto plazo quieres que ejecuten, y ahí va la siguiente pregunta. ¿Quién tendrá mayor ventaja competitiva? ¿Una empresa que se dedica a sumar ejecutores a la velocidad de la luz, o aquellos equipos basados en cuidar de ese mismo talento, cuidando sus tiempos, y que se acostumbren de forma dinámica al cambio? ¿Y si parte de esa alternativa es que construyan relaciones sólidas entre sí y no renieguen por completo de su capacidad crítica y creativa?

A escala global y teniendo acceso a la misma tecnología punta, el factor diferencial es precisamente priorizar no esa velocidad sino el cómo se garantiza el crecimiento sano y saludable de recursos y estructura. No olvidemos que hasta los sprints en los que organizamos nuestras tareas tienen una retrospectiva. La escalabilidad no sólo aplica a desarrollos tecnológicos y modelos de datos, sino al elemento humano.

Crecer por crecer y rapidez por rapidez supone un riesgo para la subsistencia. Descontextualizar según qué valores es literalmente un cáncer que puede precisamente tener a nivel de recursos, de tu equipo, a nivel social y global, los mismos efectos nocivos.

Convendría darle una pensada al cortoplacismo, al todo para ayer.

Y cuanto antes mejor (?!).