Consoladoria Dolores

Usar una tecnología que se comunica con nosotros como si fuera humana determina y modifica nuestra propia comunicación. Aunque hay de todo en la viña del Señor, digamos que esta comunicación está definida desde el propio diseño de la tecnología: hablamos y nos responde. Eso no lo hacemos de forma tan sencilla ni con un martillo ni con una calculadora. Cierto es que el ser humano es dado a personificar su entorno, lógica, pensamiento y creencias. De este modo podemos estar unidos emocionalmente a objetos o animales más allá de la superstición o lo meramente instrumental.

Una vez más, usando la tecnología como pretexto, le damos un par de vueltas a cómo una aplicación con la que conversamos puede dejar cierto poso, pre-última innovación y moda, al descubierto.

Existen momentos en los que experienciamos soledad, ansiedad y derivadas. Cada una distinta, no necesariamente unidas, aunque ahí están, tomando su relación específica en cada persona. Si analizamos un caso con cierta tensión en la que unimos soledad con búsqueda de sentido (¿qué está pasando? ¿Por qué?)… puede ser que acabemos buscando respuestas en lo que tenemos a mano. Lamentablemente creo que los tiempos en los que las casas de ingresos medios compraban enciclopedias pocos íbamos a ellas salvo en contadas ocasiones. Creo que lo realmente constante de aquella experiencia fue el pago de las cuotas. Todos los meses, y no fueron pocos, ahí estaba el recibo. Creo yo que la consulta y rendimiento de estas enciclopedias no lo fue tanto. En casa también tuvimos una. Afortunadamente, lo que sí se constituyó de forma natural fue leer. La biblioteca era una casa regada de libros de temas y perspectivas diversas con ejemplares con los que te tropezabas en cualquier sitio. Todavía hoy, me vienen a la mente libros que leí hace décadas… es hasta divertido rebuscar por la casa para encontrarlos. Toda una tarea de investigación.

Hoy la tecnología se ha acercado tremendamente a nosotros. El móvil se definió por contraposición al fijo. Es decir, el teléfono estaba en un lugar físico de la casa y te obligaba a estar ahí para hablar. El móvil se mueve contigo. Te acompaña como lo hace un asistente o un parásito (!)… su uso extensión de nuestro propio cuerpo, su mal uso o abuso lo parasita. Me despierta mucha curiosidad cuánto tardaremos en ver el siguiente aparato que le sustituya. Imagino que romperá con la necesidad de usar los dedos. Las gafas inteligentes no han sido abrazadas por las masas… ¿Tal vez el chip? ¿Un chip imperceptible con el que interactuar con voz? ¿Un chip capaz de interpretar nuestras señales cerebrales? Algo más de tiempo necesitaríamos, creo, para llegar a tener ese injerto que escuche nuestro pensamiento. Por ahora el epicentro de la rentabilidad innovadora parece centrarse en replicar el cerebro, su inteligencia, o eso nos hacen creer. Aún así, a día de hoy, móviles y distintos aparatos cada vez más pequeños nos observan y nos oyen. Y al contrario que con aquellas grandes, amplias, pesadas, y terriblemente feas de leer enciclopedias, un móvil nos lo pone todo fácil. Nuestra sociedad está ya acostumbrada a buscar respuestas en Internet. Y aún con repetidas advertencias de moderación y siempre yendo al médico para según qué diagnósticos y tratamientos… Nos automedicamos autoconsolamos aceptando la mediocridad a demanda tan abundante y accesible. Algo en nosotros parece impulsarnos a seguir con un hábito que, en no pocas ocasiones, puede asimilarse al tabaquismo. Buscar de forma impulsiva respuesta, la que sea, para satisfacer la necesidad de dar sentido y calmar nuestra angustia.

Soledad, búsqueda, falta de respuestas, necesidad de dar sentido… de des-ahogarnos, calmarnos, consolarnos. Activados en clave principalmente emocional, aceptando la separación en un mismo ser con lo racional, preguntamos y nos tragamos el humo. Digamos que hoy día tenemos un bufé más o menos amplio, pero de gastronomía de calidad vamos algo justos. Y al igual que exhalamos ansiedad nos equilibramos inhalando aires contaminados con medias verdades. Porque ya saben, es mucho más efectivo y rentable inundar con medias verdades que con mentiras insultantes. Se trata de ir erosionando poco a poco la voluntad, para dar lugar a la apatía y, una vez aislados unos de otros, el desencanto, desesperación y desesperanza nos convierten en buenos consumidores consumidos por pantallas. «Quédate ahí». Te ponen la zanahoria en espacios cortos para que tu cerebro siga el instinto de asir con el que nacemos. Reflejos de Moro en los que parece que caemos y nos tranquilizamos en segundos pero artificialmente e intencionadamente alargados para que nos diluyamos durante horas. Puede que algo recordemos, puede. Puede que una media verdad se pegue como un anzuelo de humo que nos entra por la nariz y se incrusta en nuestras costillas. Y ahí lo llevamos. Poco a poco asimilándolo de forma acrítica determinando el sentido que construimos, nuestras voluntades y actos.

El aislamiento impuesto de forma brutal al individuo, más que individuación y respeto por la unicidad que nos corresponde a cada uno nos cosifica de forma efectiva. No es lo mismo reconocer que somos únicos e irrepetibles a aceptar que estamos solos a los pies de las pantallas. Y aún así, habría que plantearse qué impacto tiene la soledad y sus derivadas. No es necesariamente algo malo, pero según caso y contexto… Una persona frente a un grupo puede menos. Por eso tal vez nuestra naturaleza nos hiciera sociales. La masa de usuarios acompañados de soledad conectada contrasta con una realidad en la que la tecnología es desarrollada por grupos muy numerosos de personas. Y grupos no tan numerosos que forman una élite exclusiva con criterio propio y capacidad de determinar qué innovaciones se comparten al gran público y cuáles no. Raro es el caso en el que una innovación trae consigo mejor autonomía y bienestar salvo imperativos insalvables. Los planes de negocio deciden qué se vende, los planes de comunicación deciden lo que se dice vender. Una persona feliz es un negocio horrible. Una persona con ansiedad o dolor o soledad lo es mucho más. Nuestro cuerpo es inteligente como inteligente somos nosotros y formamos un todo. No se tú, pero yo con dolor no pienso igual que sin dolor. Y llevo casi 20 años con una lesión crónica de espalda. Nos hemos hecho amigos. Hemos tenido nuestros más y nuestros menos… y hace unas semanas, cuando más necesitaba estar bien, cuando más exigido estaban mi cuerpo y mi alma… ¡Uy! (pinchazo). Crisis de dolor. No puedes caminar, no puedes lavarte los dientes… No puedes cagar sin que se te corte la respiración. Por un lado vuelves a valorar los gestos sencillos de tu día a día y a la familia. Por otro necesitas recuperarte lo antes posible. Esto, cuando nos apartamos un poco del dolor físico… multiplica y ofrece cierta complejidad digna de evaluar.

Tenemos pastillas para el dolor de espalda y pastillas para la ansiedad. Tenemos pantallas para dolores del alma. Grandes colocones te pueden ofrecer todas ellas. Todo tu ser grita “¡Que esto acabe ya por Dios”! Te tomarías lo que fuera. Harías lo que fuera. Mientras, tu juicio se nubla. Misma sensación: no recuperas, te apagas, te desenchufas. Dejas de sufrir. Vas con mente pesada. Alcanzas un estado no consciente distinto y eres algo así como un entumecimiento que respira. En esas situaciones te puedes llegar a acordar de Sócrates y sus preguntas (¿has comprobado si es cierto?, ¿me hace bien?, ¿puedo hacer algo?) o los 5 porqués de Toyota… pero paciencia poca. MUY POCA. Te rompes. Lloras. Y de forma similar ansiedad, estrés o depresión a día de hoy nos hacen buscar vía móvil respuestas. Si te pisan el callo gritas, si te meten el dedo en la llaga te retuerces… Pero hay otros dolores de los que hemos perdido esa consciencia directa aunque preservamos su latente urgencia. Me despierta mucha curiosidad ver análisis y estudios sobre usos de aplicaciones de inteligencia artificial, diseñadas para sonar como humanas, y su impacto a nivel psicológico y social. Por ahora, ¡oh sorpresa!, la rentabilidad exige la contratación de perfiles técnicos e ingenieros. Doctorados y doctoradas en matemáticas, informática, física… El impacto social y su repercusión irán detrás como coche escoba junto a las ambulancias. Quiero pensar que llegaremos a ver buenos y honestos estudios al respecto. Al fin y al cabo, recuerda, las medias mentiras necesitan su parte de verdad y de saturación de falacias vamos sobrados.

Personificar el entorno más que humanizarlo. En nuestro lenguaje existe esa diferencia. Los mitos griegos describían a sus dioses como humanos inmortalizados. Cuando me animé a escribir este artículo me vinieron otros casos más recientes. Seguro que a ti se te ocurren otros mejores. Vayan aquí los míos:

  • Wilson: Tom Hanks bautiza a una pelota de voleibol en la película Náufrago (2000, dirigida por Robert Zemeckis). En mi caso me gustaría también aportar otros ejemplos como el de un guitarrista con su guitarra. Blackie de (Sir) Eric Clapton. Da igual cuantas tengas. Siempre estará esa guitarra. Esa con la que tienes una relación particularmente especial. No será la mejor fabricada ni la más cara, pero es sin duda alguna la que conservarías, salvo que algún accidente la haga saltar en mil pedazos.
  • Tamagotchi: la mascota con pilas. Su recuerdo es de infancia lejana. Pude tener algunos en mis manos aunque no me despertaron ningún interés. Algo que sí recuerdo son los comentarios sobre los traumas que podían generar en niños porque “es que se traumatizan”. Porque el Tamagotchi era una mascota a la que había que alimentar y si no la alimentabas moría. ¿Traumitas del primer mundo? Comentarios en la misma línea sobre las taras que te deja no pensar con cabeza propia… en esos mismos ambientes… cero. 
  • La película Her (2013, dirigida por Spike Jonze), nos cuenta la relación de Theodore Twombly con Samantha, asistente personal de inteligencia artificial. Evitando spoilers, mi invitación a que la veas. Yo, de hecho, llevaba años pensando hacerlo. Conocía el argumento sin haberla visto. Pero quería verla antes de publicar este artículo. Después de haberlo hecho, te la recomiendo. De su visionado en cines a la irrupción de Chat GPT pasó menos de una década. Los diálogos que se dan en la peli… ¿Han dejado ya de ser parte del cine futurista para ser realidad cotidiana?

El ser humano es muy de personificar más que de humanizar aquello que le rodea… pero también tiene la capacidad y hábito de cosificar e instrumentalizar a otros humanos. Así somos. Para lo mejor y lo peor, para lo bueno y para lo malo: humanos. Damos nombres a objetos, dioses y trapos… Y también somos capaces de despojar a la persona que tenemos al lado de su dignidad intrínseca, tratándola como un número. Somos capaces de poner nombre a seres inanimados y cosificar como desalmados. El vínculo con otros seres humanos, precarizado. La alternativa de lo fácil que nos desconecta y nos mantiene conectados. Nos desconecta de lo humano y de la verdad de nosotros mismos para conectarnos a la evasión vía pantalla y aplicaciones. No es efecto placebo, es lo contrario a la verdad. Y, en no pocas ocasiones, se establece una relación de dependencia más que de construcción, cuidado y liberación. Y esta relación es radicalmente causal. Porque si una persona feliz es mal negocio, una misión muy lucrativa no es ya responder al dolor, sino crear el problema y luego vender el antídoto.

¡Clin-clin! ¡M-á-g-i-c-o!

De consolación tenemos ejemplos acumulados durante milenios. Tal vez el mismo tiempo que llevamos lidiando con soledad, compañía, ansiedad, tranquilidad, dolor, remedios, sometimientos y libertades. En ocasiones aturdidos o profundamente condicionados por el entorno o las circunstancias podemos echar mano a lo fácil y accesible, aunque mejor será que sepamos cerniar entre mediocridad y lo genuinamente bueno. De no poder hacerlo o, peor aún, renunciar voluntariamente a este ejercicio, la opción que queda es entregarnos a sucedáneos de empresas del estilo de Consoladoria Dolores(ↄ) y su fórmula inteligente Smok-E Selly 2.0(ↄ). Una tecnología que te arrulla y te quiere. Puedes empezar a usar la versión gratuita de Smok-E Selly 2.0(ↄ) ya. Sin pagar un céntimo. Además, hay disponibles versiones de pago con distintos precios y medidas para ajustarse perfectamente a tu bolsillo. Su homónimo es el Consolifyer(ↄ): apuesto, limpio, sano y le gusta bailar… no queremos perder cuota de mercado.

¿Quién nos consuela?

Referencias:

Imagen de cabecera: Mano con esfera reflectante (autorretrato) de M. C. Escher, fuente historia-arte.com

Unas risas me he echado con “mis” asistentes artificiales:
Chat GPT, de Open AI: https://chatgpt.com/ 

Claude, de Antrophic: https://claude.ai/ 

Gemini, de Google: https://gemini.google.com/ 

Indagando muy por encima, la etimología de Consolar data, año arriba año abajo, de hace 2125 años.

Aliviar la pena o aflicción de alguien”. RAE.