La innovación, el cambio activan en nosotros algo de curiosidad. Aunque tan sólo dure un microsegundo. Ese momento en el que te preguntas: “oye, ¿esto qué es?”. Cuando hablamos de tecnología, lo novedoso, ese descubrimiento que se anuncia a bombo y platillo, lleva siempre la idea implícita de que lo novedoso es no sólo bueno sino mejor. Y es curioso ver cómo lo racional y lo emocional interactúan. Lo nuevo ha de ser entendido, nos exige comparar lo que creíamos saber… es un desajuste que requiere algo de tiempo. Pero el tiempo es una noción empobrecida que ha sido parasitada por la rapidez. ¡Rápido! ¡Date prisa!, ¡corre!, ¡vuela!… ¡que te quedas atrás! Una vez más hemos de diferenciar entre la información interesante y la interesada. La diferencia entre lo interesante y lo interesado. Aquella que alimenta nuestro conocimiento y aquella que quiere que actuemos sin pensar por su propio oficio y beneficio.
En este caso, hablamos de la falacia de la Inteligencia Artificial, pero en realidad podríamos realizar esta misma reflexión con cualquier innovación o tecnología. Cuestionar para entender.
Quiero decir que el respirar un poco y pensar un par de minutos nos ayuda a entender qué tenemos entre manos.
Digo que la falacia es hablar de “Inteligencia artificial” cuando no es inteligente. No niego que la nueva tecnología que se nos ofrece pueda usarse y tenga potencial de mejorar procesos.
Uno de los riesgos que corremos es desperdiciar el auténtico valor positivo que la innovación puede aportar a la sociedad. Las modas son modas porque pasan. Y sin tomarse las cosas en serio puede que todo esto no sea más que otra moda, otra palabra que suena bien, otra coletilla que añadir a todo lo que se venda para darle así una vida corta. Con un pequeño ajuste podemos dejar de rodear de un aura mágica a una herramienta con la que experimentar. Una herramienta.
Con innovación tecnológica suelen concurrir sentimientos de expectación, agitación, alegría, miedos… Tal vez ayude reflexionar sobre el caso presente con otras innovaciones tecnológicas que, tal vez por haber sido heredadas, no hemos sometido al mismo escrutinio pero que, sin duda alguna, podrían refrescar ciertas nociones aprendidas (¿olvidadas?).
Una herramienta habitual, común, sin mucho glamour es un martillo. Simple, útil. La inteligencia artificial se nos presenta como innovación tecnológica y cierta propaganda interesada que en lugar de hablarnos del nuevo martillo, nos anuncia algo más parecido al martillo de Thor.
Thor, el dios nórdico del trueno, blande a Mjölnir (sí, su martillo tiene nombre). Es una poderosa herramienta con atributos mágicos que ayudan a canalizar el poder de un dios. Se dice también, que Mjölnir es capaz de decidir quién es digno de usarlo. Al igual que sólo el elegido podía sacar a Excalibur de la piedra. De la mitología me quedo no sólo con su poder evocador, sino con la necesidad de cierta dignidad para poder empuñar armas poderosas. Parece que incluso en la mitología tanto a dioses como a reyes había que ponerles ciertos límites (!).
La IA tiene una naturaleza, una novedad, que aún no hemos asimilado, vivido, experimentado y cuestionado. Y podríamos preguntarnos si en realidad hablamos de no-ficción.
Siguiendo la analogía del martillo, podríamos llegar a cierto consenso sobre su utilidad como herramienta y, lamentablemente, también de su mal uso y efectos nocivos. No es lo mismo clavar una tacha, que darle un martillazo de forma intencional a otra persona. Lo que pocos de nosotros veríamos como una pregunta razonable es si el instrumento en sí tiene capacidad de pensar. El martillo es usado o mal usado.
Un martillo no piensa. El martillo de Thor es mágico y tiene cierta voluntad.
La Inteligencia Artificial… ¿Piensa? ¿Tiene voluntad? ¿Consciencia?
¿Cómo unimos los puntos para desgranar el sentido de estas afirmaciones?
Hemos aceptado y hemos comenzado a usar algo que percibimos como nuevo pero no somos capaces de comprender. Sé que no es la primera y probablemente no será la última vez que pase.
Una Inteligencia Artificial no inteligente nos sitúa a nosotros en la aceptación de una falacia o en el ejercicio de definir inteligencia como entidad separada de consciencia y responsabilidad.
Nos lanzamos a usar sin preguntarnos qué tenemos entre manos. Es evidente que podemos hacerlo. Puedo conducir un coche sin saber de mecánica, pero existe una parte teórica y otra práctica. Parte de la formación aspira a que seamos conscientes de la responsabilidad de llevar una tonelada de acero, aluminio y plástico. Es curioso el desarrollo y la necesidad de iniciativas dedicadas a la seguridad vIAl (lo siento, no he podido resistirme) ¿Podríamos esperar del mismo modo educación de calidad en la que se planteen teoría, práctica, responsabilidad e impacto social? Creo que sería mucho mejor dejar de ir a todo gas, para que la cosa vaya sobre ruedas.
La base de los modelos de lenguaje avanzados como Chat GPT y otros es algo más sencilla, torpe… con la capacidad nueva de sonar como humana. Otra gran capacidad, aunque no nueva, es la de procesar, digerir y responder basándose en cantidades ingentes de datos. El límite sigue siendo, no tanto sacar sobresalientes en exámenes tipo test, sino responder de forma correcta y coherente ante pequeñas modificaciones realizadas por un experto. Son esos los matices entre realidad y expectativa.
Imagen de cabecera: La lucha de Thor con los gigantes, de Mårten Eskil Winge Suecia. Fuente: Thor lucha contra los gigantes – Mårten Eskil Winge – Historia Arte (HA!)
2 comentarios en «Inteligencia Asistida (V): Mjölnir el martillo.»
Los comentarios están cerrados.